Lindolfo Carballo
1 de abril de 2009
Nuestra nota Editorial de hoy destaca un hecho que le está ocurriendo en estos precisos momentos a millones de personas en el mundo y que no podemos ni debemos callar.
Ayer recibimos el siguiente correo electrónico de un compatriota salvadoreño a quien entrevistamos a través de este segmento radial ¡Nuestras Voces Radio! el 20 de febrero de 2008.
El correo dice:
“Amigo Lindolfo, mi nombre es Oscar Pérez, ex trabajador de la compañía MICHAEL BIANCO en New Bedford, usted me entrevistó el año pasado, le escribo para comunicarle que me dieron deportación voluntaria...
…Tengo que salir del país en 45 días”.
Esta nota de injusticia social e indignación, me provocó escribir este editorial.
¿Hasta cuando pararan las persecuciones, redadas y deportaciones que el gobierno norteamericano hace cobardemente en contra de de los desposeídos?
Es hora de terminar con estos abusos en contra de nuestras diásporas, sean de donde sean, vengan de donde vengan.
Indignante y humillante es el trato que el gobierno norteamericano le da a gente de nuestros pueblos en este país, que precisamente es gobernado por inmigrantes, en su mayoría europeos y ahora presidido por un Afrodescendiente.
Es que ¿ya se les olvidó?
Ellos al igual que nosotros, vinieron a poblar estas tierras… aunque a diferencia de nosotros; ellos violaron y asesinaron a nuestros nativos para robarles sus tierras.
Hay que ser prepotentes y sin sentimientos para tratar a seres humanos de esta manera, hay que sentirse superior a los mismos seres humanos para oprimirlos, explotarlos y humillarlos.
¿No cree usted lo mismo?
La historia de Oscar es la historia de millones de seres humanos que viven aquí en los EEUU, y muchos no se pronuncian en contra del sistema, pues hay repercusiones.
La prepotencia del imperio es tan feroz, que te dejan sin trabajo, pierdes tu casa, dividen tu familia, y después te tratan como a un mendigo.
¿Estas de acuerdo conmigo o crees que estoy exagerando?
Por si acaso, aquí te cuento parte de la historia del salvadoreño Oscar…
Oscar y su esposa Marlene se vinieron para los EEUU dejando en El Salvador a sus dos hijos – una niña de 4 años y un niño de 3 meses.
¡Si! ¡De tres meses!
Mientras Oscar vivía en El Salvador, trabajaba con su papá como ayudante de albañil, luego decidió trabajar en una maquiladora, disque para ganar un poquito más - de esas maquilas transnacionales que han llegado a El Salvador producto de los Acuerdos del Tratado de Libre Comercio – TLC – negociados entre el gobierno norteamericano y el salvadoreño –.
Oscar y Marlene con la ayuda de sus padres compraron una casa en las afueras de San Salvador, pero debido a los salarios de miseria que esas maquiladoras pagan, se vieron obligados a venderla y con ese dinero decidieron emigrar de su tierra natal hacia los EEUU.
Primero salió Oscar de El Salvador pero desafortunadamente fue capturado en México y lo deportaron a su país, con eso perdió todo el dinero que había ahorrado para este viaje.
De regreso en El Salvador, Oscar junto a su esposa se envalentonaron
¿y quien no, si cuando la crisis económica aprieta, cualquiera se envalentona? ¿o no?
Por segunda vez, Oscar salió de El Salvador, pero esta vez solió bien acompañado de su esposa Marlene, eran las cinco de la mañana cuando se despidieron de sus padres; y con lágrimas en los ojos les dieron un beso de despedida a sus dos hijos.
Oscar y Marlene salieron de El Salvador huyendo del hambre y la miseria un 23 de diciembre de 2003 a pasar la navidad y el año nuevo en los desiertos de México y Estados Unidos.
Una vez entraron a los EEUU, fueron capturados y encarcelados por la Migra norteamericana y luego puestos en “libertad bajo fianza”.
Ya en los Estados Unidos, Oscar y Marlene ingresaron a trabajar en otra maquiladora, de las que hacen mochilas y uniformes para el ejército norteamericano –
Sí el mismo ejercito invasor, el que tiene ocupado a Irak –.
Sí, el mismo que el ejército salvadoreño apoya allá en Irak.
¿Irónico verdad?
En esta fábrica, los obreros comienzan a trabajar a las 7:30am. Un día – hace ya dos años – a las 8:00 de la mañana la maquiladora fue repentinamente militarizada; el ejército y la migra con sus ambulancias y helicópteros invadieron el centro de trabajo.
Es allí cuando comienza el tropel de seres humanos, como siempre, los más pobres en sus ya famosas guindas tratando de esconderse para no ser deportados y se escuchaban por altos parlantes a estos invasores diciéndoles a los obreros que no se corrieran, que apagaran las máquinas y que se entregaran.
Cerca de cuatrocientos (400) seres humanos tratando de esconderse por donde hubiera espacio, en ese momento, todo mundo se quería volver invisible.
Mujeres y hombres con hijos recién nacidos no solo en sus países de origen, pero aquí mismo en los Estados Unidos, familias completamente divididas, exactamente así como lo hicieron en África para convertirlos en esclavos.
¿Te imaginas como se siente estar en esa situación?
¿Has pasado alguna vez por esta situación?
¿Conoces a alguien que haya pasado por esto?
Oscar dice… “Nos tratan como a las ratas, a las ocho de la mañana que llegó la migra a mi trabajo, mi esposa y yo nos logramos esconder en una caja, mi esposa lloraba y yo trataba de consolarla, mientras el ejercito y la migra nos buscaba con sus perros entrenados; para eso precisamente, para buscar a personas...
… Finalmente nos encontraron.
… Nos esposaron con las manos hacia atrás, las esposas de Marlene le quedaban muy apretadas y le dije a un soldado que Marlene tenía muy apretadas las esposas y él me dijo que lo llamara señor”.
- Si, así mismo de prepotentes son ellos.
“Pues a Marlene el soldado le apretó más las esposas y se la llevaron del lugar. Ese fue el último momento en que pude hablar con Marlene”.
Los separaron exactamente como lo hacían en África, aunque ésta vez no para importarlos sino para deportarlos.
Oscar comenta que estuvieron sentados en el piso y sin comer todo el día, hasta que ya caída la tarde, el ejercito recogió la comida que los obreros llevaron ese día a su centro de trabajo y se las repartieron.
Esto dice Oscar… “nos pusieron los platos con comida en el piso y así, sin usar ni cucharas ni tenedores, con las manos hacia atrás y esposadas nos hicieron comerla…
… Así como comen los cerdos…
… Desde allí mi vida cambió, desde allí ví al ejército como a un monstruo, como a un enemigo, como a un rival…
… Posteriormente nos encarcelaron en una base militar como si fuésemos criminales y fue hasta las tres de la mañana que me tomaron las huellas digitales y ví a lo lejos por ultima vez a Marlene, esposada de pies y manos mientras la metían en un microbus”.
“En esta redada habíamos salvadoreños, guatemaltecos, mexicanos, colombianos y brasileños; todos fuimos enviados a diferentes cárceles del país, y fuimos pocos los que nos quedamos aquí en Massachusetts”.
La cónsul de El Salvador en Boston llegó al centro de detenciones y les anunció a los salvadoreños que ella les daría asistencia legal.
Oscar lo describe así “cuando la cónsul salvadoreña – Roxana Abrego – llegó a la cárcel, nos dijo que nos daría asistencia legal y eso nos dio mucha esperanza.
Pero luego nos dijo… “ya pasaron lo más difícil, que es el arresto, ahora les queda lo más fácil y es la deportación”… Ella dijo… “le pediré a migración que los deporten lo más rápido posible y una vez estén en El Salvador, ustedes tienen que llamar a un numero que les daremos para que nuestro gobierno en El Salvador les ayude con el pasaje desde el aeropuerto de Comalapa hasta sus casas”.
“Esas palabras que nuestra representante oficial nos vino a dar, nos apagó la luz que nos acababa de encender y nos trató de quitar la esperanza… esa que nunca mere”.
Oscar también recuerda “mientras estábamos presos, el presidente de El Salvador Antonio Elías Saca vino de visita a la Casa Blanca, pero no hizo nada por ayudarnos y menos intentó comunicarse con nosotros”.
Pero… ¿porque esperar de presidentes lacayos, sumisos y comprometidos con el gran capital, acciones en favor de los desposeídos?
Aunque en ese momento el presidente norteamericano era George Bush…
Ahora tenemos esperanzas de que las cosas cambien.
Barack Obama; primer presidente afrodescendiente en la historia de Norte América, decía en uno de sus “slogans” – Signs of Hope & Change – que en español significa “Signos de Esperanza & Cambios”.
Por otro lado, Mauricio Funes; primer “presidente – electo” de El Salvador, gana unas elecciones históricas, ya que después de más de 500 años de estar bajo el yugo español y luego del Norteamericano, derrotó en las urnas a través del voto popular a verdugos, lacayos y vende patrias.
Uno de los “slogans” del presidente – electo Mauricio Funes decía – Nace la Esperanza, Viene El Cambio –.
Ahora, que ambos pueblos optamos por eso mismo – la Esperanza y el Cambio –
Sigue en nuestros pueblos la opción de sentarnos a esperar para que venga el cambio o…
Seguimos ¡en pié de lucha!
¿Nos sentamos a esperar para que venga el cambio o seguimos en pié de lucha?
Exijamos al gobierno norteamericano que pare las persecuciones, redadas y deportaciones que hace cobardemente en contra de nuestras diásporas.
Construyamos juntos un presente de paz y esperanza
¡Un mundo mejor es necesario y urgente!
Colectivo Editor de NVR:
Mario Cabrera
Alma Carballo
Antonio Flores
Luis Orellana
hola lindolfo , veo que vos seguis luchando por todos y todas, que triste historia. Espero que a Oscar y a Marlene hoy con el FMLN en el poder , puedan educar ellos a sus hijitos por que en esta historia se ve el sufrimiento de ellos , pero no se han puesto a pensar en el dolor y frustracion que sus hijitos siente por la ausencia de ellos
ReplyDeleteles deseo que al regreso al El Salvador les vaya muy bien pues es su patria, aqui hay que trabajar mucho y esperamos que se cumpla el programa de nacion por el que votamos y como vos decis hay que seguir la lucha para que a Mauricio Funes no se le olvide que quien lo pusimos en ese lugar somos el pueblo y se debe a nosotras /os antes que a la oligarquia del Pais
saludos
Saludos a todos
ReplyDeleteEs indignante y cobarde lo que la migra a causado. Familias despojadas, humilladas ante un vil movimiento que atrapa a aquellos que luchan por superar y encontrar la prosperidad. A Oscar y Marlene, no pierdan el coraje de vivir, sigan luchando por su sueño, intenten de asesorarse con personas que apoyen a los inmigrantes, y cuenten su historia para que esta nunca sea olvidada. Hay que crear conciencia, gritar por nuestros hermanos, y no permitir que estos actos queden impunes.
Sandra García Mangado